Mario Benedetti
Se me ocurre que vas a llegar distinta.
No exactamente más linda,
ni más fuerte
ni más dócil
ni más cauta.
Tan sólo que vas a llegar distinta.
Como si esta temporada de no verme
te hubiera sorprendido a vos también.
Quizá porque sabes
cómo te pienso y te enumero.
Después de todo la nostalgia existe.
Aunque no lloremos en los andenes fantasmales,
ni sobre las almohadas de candor,
ni bajo el cielo opaco.
Yo nostalgio.
Tú nostalgias.
Y cómo me revienta que él nostalgie.
Tu rostro es la vanguardia.
Tal vez llega primero
porque lo pinto en las paredes
con trazos invisibles y seguros.
No olvides que tu rostro
me mira como pueblo,
sonríe y rabia y canta
como pueblo
y eso te da una lumbre
inapagable.
Ahora no tengo dudas.
Vas a llegar distinta y con señales,
con nuevas,
con hondura,
con franqueza.
Sé que voy a quererte sin preguntas.
Sé que vas a quererme sin respuestas.
Mario Benedetti
A veces me siento
como un águila en el aire
(de una canción de Pablo Milanés)
Unas veces me siento
como pobre colina
y otras como montaña
de cumbres repetidas
unas veces me siento
como un acantilado
y en otras como un cielo
azul pero lejano
a veces uno es
manantial entre rocas
y otras veces un árbol
con las últimas hojas
pero hoy me siento apenas
como laguna insomne
con un embarcadero
ya sin embarcaciones
una laguna verde
inmóvil y paciente
conforme con sus algas
sus musgos y sus peces
sereno en mi confianza
confiado en que una tarde
te acerques y te mires
te mires al mirarme.
Taylor
Cuídate por mí,
por las caricias que mis manos deseosas no podrán darte,
por las compañías que en la distancia se desvanecerán como rumores,
por las lágrimas que bañaran tu cara y yo no podré enjugar,
por las charlas que sólo en mi nombre tendrás que entablar,
por las pasiones alunadas de mi pecho que no conocerás,
por el hambre que a mi placer honrará,
por el fusil que yo odiaré en las balas sombrías de tu defensa,
por el frío que penetrado en tus huesos yo no adivinaré,
por el panteón de patria que en mi léxico perderá razón.
Cuídate por mí,
porque sé que el viento mis palabras capturará
y mis angustias te serán ajenas.
Cuídate por mí,
porque en el denso de la pureza, mi alma te añorará
y mis plegarias al corazón darán alas.
Cuídate por mí,
porque ni la sombra de mis angustias sentirás
y las añoranzas de mi espíritu serán extraños al tuyo.
Cuídate por mí,
Porque me importas tanto como mi vida misma
y creo haber aprendido a amarte aun más allá.
Quise nadar entre tus lágrimas una tarde llena de nubes
que agrietaban un cielo espeso y denso.
Pero terminé contagiándome de aquella humilde tristeza
y lloré contigo.
Yo lamía tus lágrimas que sabían a un temor desconocido,
Y tú, tu bebías a sorbos toda mi inocencia
y mi risa sin ruido.
Déjame adivinar que me espera si me quedo contigo,
pero devuélveme mis alas que quieren ver amanecer,
Quieren ser testigo.
Que si te vuelves a ir,
ellas se vienen conmigo.
Alejandra Menassa
De la pulverización de una rosa,
del reverso de la piel de los ángeles,
de multiplicar mi aliento por tu saliva,
mi sudor por tu sexo, mis manos, mis manos…
por tu increíble gesto cuando tocas el cielo.
De eso, de eso quiero…
De la fotosíntesis del deseo,
de tu cuerpo haciendo saltar mis alarmas de incendio,
de tu mirada, que es dulce cuando dulce
y sexo cuando sexo…
De eso, de eso quiero…
De dinamitar prejuicios, derribar barreras,
derrocar a todos los reyes de la pena,
de ese leopardo rojo que anda suelto en tus venas,
de las palabras que derriten cadenas,
de eso, de eso quiero…
El amor, el amor…
no se puede otra cosa que hacerlo".
Ángel González
De vuelta a una gloria inexistente, después de haber avanzado un paso hacia ella, retrocedo a velocidad indecible, alegre casi como quien dobla la esquina de la calle donde hay una reyerta, llorando avergonzado como el adolescente hijo de viuda sexagenaria y pobre expulsado de la escuela vespertina en la que era becario. Estoy aquí, donde yo siempre estuve, donde apenas hay sitio para mantenerse erguido.
La soledad es un farol certeramente apedreado: sobre ella me apoyo.
La esperanza es el quicio de una puerta de la casa que fue desarraigada de sus cimientos por los huracanes: quicio-resquicio por donde entro y salgo cuando paso del nunca (me quisiste) al todavía (te odio), del tampoco (me escuchas) al también (yo me callo), del todo (me hace daño) al nada (me lastima).
No importa, sin embargo.
Los aviones de propulsión a chorro salvan rápidamente la distancia que separa Tokio de Copenhague, pero con más rapidez todavía me desplazo yo a un punto situado a diez centímetros de mí mismo, de prisa, muy de prisa, en un abrir y cerrar de ojos, en sólo una diezmilésima de segundo, lo cual supone una velocidad media de setenta kilómetros a la hora, que me permite, si mis cálculos son correctos, estar en este instante aquí, después mucho más lejos, mañana en un lugar sito a casi mil millas, dentro de una semana en cualquier parte de la esfera terrestre, por alejada que os parezca ahora.
Consciente de esa circunstancia, en muchas ocasiones emprendo largos viajes; pero apenas me desplazo unos milímetros hacia los destinos más remotos, la nostalgia me muerde las entrañas, y regreso a mi posición primera alegre y triste a un tiempo -como dije- al principio: alegre, porque sé que tú eres mi patria, amor mío; y triste, porque toda patria, para los que la amamos, -de acuerdo con mi personal experiencia de la patria- tiene también bastante de presidio.
Así, en ti me quedo, paseo largamente tus piernas y tus brazos, asciendo hasta tu boca, me asomo al borde de tus ojos, doy la vuelta a tu cuello, desciendo por tu espalda, cambio de ruta para recorrer tus caderas, vuelvo a empezar de nuevo, descansando en tu costado, miro pasar las nubes sobre tus labios rojos, digo adiós a los pájaros que cruzan por tu frente, y si cierras los ojos cierro también los míos, y me duermo a tu sombra como si siempre fuera verano, amor, pensando vagamente en el mundo inquietante que se extiende -imposible- detrás de tu sonrisa.
Ángel González
Mientras tú existas,
mientras mi mirada
te busque más allá de las colinas,
mientras nada
me llene el corazón,
si no es tu imagen, y haya
una remota posibilidad de que estés viva
en algún sitio, iluminada
por una luz cualquiera...
Mientras
yo presienta que eres y te llamas
así, con ese nombre tuyo
tan pequeño,
seguiré como ahora,
amada mía,
transido de distancia,
bajo ese amor que crece y no se muere,
bajo ese amor que sigue y nunca acaba.
Áspero mundo (1956)
Pablo Neruda
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Antonio Gala
Mientras yo te besaba
te dormiste en mis brazos.
no lo olvidaré nunca.
Asomaban tus dientes
entre los labios:
fríos, distantes, otros.
Ya te habías ido.
Debajo de mi cuerpo seguía el tuyo,
y tu boca debajo de mi boca.
Pero tu navegabas
por mares silenciosos en los que yo no estaba.
Inmóvil y en silencio
nadabas alejándote,
acaso para siempre...
Te abandoné en la orilla de tu sueños.
Con mi carne aún caliente
volví a mi sitio:
también yo mío ya, distante, otro.
Recuperé el disfraz sobre la arena.
"Adiós", te dije,
y entré en mi propio sueño,
mi propio sueño,
en el que tú no habitas.
Gustavo Adolfo Béquer
Rima XXII
¿Cómo vive esa rosa
que has prendido
junto a tu corazón?
Nunca hasta ahora
contemplé en la tierra
sobre el volcán la flor.
Rima XXIII
Por una mirada, un mundo;
por una sonrisa, un cielo;
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
Rima XXIV
Dos rojas lenguas de fuego
que a un mismo tronco enlazadas
se aproximan, y al besarse
forman una sola llama.
Dos notas que del laúd
a un tiempo la mano arranca,
y en el espacio se encuentran
y armoniosas se abrazan.
Dos olas que vienen juntas
a morir sobre una playa
y que al romper se coronan
con un penacho de plata
Dos jirones de vapor
que del lago se levantan.
y al reunirse en el cielo
forman una nube blanca.
Dos ideas que al par brotan,
dos besos que a un tiempo estallan,
dos ecos que se confunden,
eso son nuestras dos almas.
Sergio Jockymann
Te deseo primero que ames, y que amando, también seas amada. Y que, de no ser así, olvides pronto y que después de olvidar, no guardes rencor. Deseo, pues, que no sea así, pero que si es, sepas ser sin desesperar.
Te deseo también que tengas amigos, y que, incluso malos e inconsecuentes, sean valientes y "fieles", y que por lo menos haya uno en quien puedas confiar sin dudar.
Y porque la vida es así, te deseo también que tengas enemigos. Ni muchos ni pocos, en la medida exacta, para que, algunas veces, te cuestiones tus propias certezas. Y que entre ellos, haya por lo menos uno que "sea justo", para que no te sientas demasiado segura.
Te deseo además, que seas útil, pero no insustituible. Y que en los malos momentos, cuando no quede más, esa utilidad sea suficiente para mantenerte en pie.
Igualmente, te deseo que seas tolerante; no con los que se equivocan poco, porque eso es fácil, sino con los que se equivocan mucho e irremediablemente, y que haciendo buen uso de esa tolerancia, sirvas de ejemplo a otros.
Te deseo que siendo joven no madures demasiado deprisa, y que ya madura, no insistas en rejuvenecer, y que siendo mayor no desesperes. Porque cada edad tiene su placer y su dolor y es necesario dejar que fluyan entre nosotros.
Te deseo de paso que estés triste. No todo el año, sino apenas un día. Pero que en ese día descubras que la risa diaria es buena, que la risa habitual es sosa y la risa constante no es sana.
Te deseo que descubras, con urgencia máxima, por encima y a pesar de todo, que existen, y que te rodean, seres oprimidos, tratados con injusticia, y personas infelices.
Te deseo que acaricies un gato, alimentes a un perro y oigas a un pájaro silbar triunfante su canto matinal, porque de esta manera, te sentirás bien por nada. Deseo también que plantes una semilla, por minúscula que sea, y la acompañes en su crecimiento, para que descubras de cuantas vidas esta hecho un árbol.
Te deseo, además, que tengas dinero, porque es necesario ser práctico. Y que por lo menos una vez al año pongas algo de ese dinero frente a ti y digas: "Esto es mío", sólo para que quede claro quién es el dueño de quién.
Te deseo también que ninguno de tus seres queridos muera, pero que si muere alguno, puedas llorar sin lamentarte y sufrir sin sentirte culpable.
Te deseo por fin que siendo mujer, tengas un buen hombre, mañana y al día siguiente, y que cuando estéis exhaustos y sonrientes, habléis sobre el amor para volver a empezar.
Si todas estas cosas llegaran a pasar, no tengo nada más que desearte, sino que seas feliz...
Pablo Neruda
Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero
no me quites tu risa.
No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.
Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.
Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.
Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.
Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
por que me moriría.
En memoria de Blanca Estévez Sánchez (†) 12 de febrero de 2017. DEP
Konstantinos Kavafis
Cuando partas hacia Itaca
pide que tu camino sea largo
y rico en aventuras y conocimiento.
A Lestrigones, Cíclopes
y furioso Poseidón no temas,
en tu camino no los encontrarás
mientras en alto mantengas tu pensamiento,
mientras una extraña sensación
invada tu espíritu y tu cuerpo.
A Lestrigones, Cíclopes
y fiero Poseidón no encontrarás
si no los llevas en tu alma,
si no es tu alma que ante ti los pone.
Pide que tu camino sea largo.
Que muchas mañanas de verano hayan en tu ruta
cuando con placer, con alegría
arribes a puertos nunca vistos.
Detente en los mercados fenicios
para comprar finos objetos:
madreperla y coral, ámbar y ébano,
sensuales perfumes, -tantos como puedas-
y visita numerosas ciudades egipcias
para aprender de sus sabios.
Lleva a Itaca siempre en tu pensamiento,
llegar a ella es tu destino.
No apresures el viaje,
mejor que dure muchos años
y viejo seas cuando a ella llegues,
rico con lo que has ganado en el camino
sin esperar que Itaca te recompense.
A Itaca debes el maravilloso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino
y ahora nada tiene para ofrecerte.
Si pobre la encuentras, Itaca no te engañó.
Hoy que eres sabio, y en experiencias rico,
comprendes qué significan las Itacas.
Luís García
Pura vida los ojos, y la piel
una templada sucesión del tiempo.
Se parecen los árboles al bosque
como tu cuerpo se parece a ti.
La mañana se ha ido entre las hojas.
Están hechas de luz
verde, rojiza, fatigada en oro,
según las estaciones y las horas del día.
Su color es un modo de lealtad,
la forma de vivir entre los suyos.
Reconozco mis años en tu cara,
el poder de mirarme
con una historia dentro de tus ojos,
la experiencia del mundo
que conservan los gestos,
mientras los años borran
las fechas en los árboles.
El destino nos busca con recuerdos
que a veces huyen de su rostro
como si fuesen un nido sin canciones.
Más que a edad,
hay caras que reflejan
todo lo que perdieron.
Confunden la sequía y el otoño
en una helada de renuncias.
Pero tu cuerpo se parece a ti,
a la mujer que tiene
una ciudad, un mundo, un sol de guante negro,
una ambición en armas,
una historia vivida
con sus cuentas pendientes,
un atado de sobres
y un amor
que no se cansa de mirarla.
José Díaz
No fue la belleza.
Ni siquiera la forma en que miraba.
Fue algo anterior,
como si su presencia
hubiera estado en mí
desde antes de nacer.
No sabía qué decir,
pero quería estar cerca.
No tocar, aún no.
Solo quedarme un poco más
en ese espacio donde su voz
hacía que el aire fuera distinto.
Le seguía con la mirada
como se sigue un reflejo en el agua:
sabía que si tocaba,
desaparecería.
Pero una tarde,
casi sin darnos cuenta,
la distancia se borró.
Y su mano en la mía
no dijo nada,
pero lo dijo todo.
Desde entonces,
ya no volví a ser la misma.
Había algo en el mundo
que no dolía.
Algo que latía
fuera y dentro al mismo tiempo.
No duró.
Pero no tenía que durar.
Porque a veces,
lo que inicia el corazón
no necesita quedarse.
Solo basta
con haber sido.
23/12/2018 LPV